Su Obra
El joven
narrador-poeta relata su reencuentro con María Jesús, rústica campesina de
apenas quince años: “una mocita morena, bien garrida... hija de un
revolucionario, un montonero bravo como un tigre y una señorita primogénita de
rico hacendado. Un día murió la madre –veinticinco años, trenzas rubias, ojos
tristes, frente lunar y empalidecida de una enfermedad ignorada; una noche
murió el padre, luchando en la maraña palúdica, luchando contra los hombres del
gobierno –o su gente– quemó la hacienda, destrozó los sembríos y mató las reses
que no pudo pillar; había hecho justicia” (9).Ese nudo narrativo no tiene
mayores consecuencias, salvo el de establecer el pedigrí de María Jesús. El ser
hija de un montonero y de la primogénita de trenzas rubias de un hacendado
pareciera justificar la atracción que el narrador –un “exquisito de un siglo refinado
y complicado”– siente hacia ella. Se mitifica a los padres, se invoca la
justicia y se pasa por alto, ¿intencionalmente?, la violación que quizás oculta
el engendro. Tampoco se hace hincapié en la hibridez o ¿bastardía? de la joven.
No se olvida, sin embargo, un culto que ronda a distancia, el de la imagen casi
canonizada de la madre del narrador: “dulce... daba la bendición, un beso muy
suave en la frente... una mujer de serena hermosura ... tan buena con sus manos
de mariposa blanca” (26, 16, 22).
Esos
factores configuran una imagen de mujer que a primera vista induce a la celebración
de una suerte de pureza mariana, manto con el que, a pesar de sí, pretende
adornar
el narrador la orfandad y el mestizaje exótico de la erótica María Jesús: “ojos
negros de mirar hondo y triste; ... tez morena de manzana madura ... pelo
azuleante de lo negro ... boca sensual del progenitor audaz y bravo ... senos
duros como frutos verdes, estrujados en el vestido blanco” (9). Lo sagrado y lo
profano, la pureza y la lascivia, parecieran determinar la ambivalente actitud
del narrador hacia María Jesús. Imposible hablar de una relación entre dos.
Entre la
penumbra y la melancolía, la única voz que se oye es la del narrador. María
Jesús es
un mero capricho, una marioneta. Apenas habla, y cuando lo hace se expresa en la
manera en que su ventrílocuo se lo permite. Reacciona. Otorga. Calla. Ignora.
Su tragedia.
Obra de Medardo Ángel Silva es muy significativa para nuestra literatura por que la misma es la ruptura de un pensamiento conservador hacia una libre expresión.
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